Hindenburg by Emil Ludwig

Hindenburg by Emil Ludwig

Author:Emil Ludwig
Language: es
Format: mobi
Tags: prose_contemporary
ISBN: 9788426106513
Publisher: Editorial Juventud, S.A.
Published: 2011-09-01T22:00:00+00:00


IV

Sin autoridad no puede existir el hombre y, sin embargo, aquélla trae consigo tanto error como verdad. Eterniza en pequeños detalles lo que en tales detalles debería ser transitorio, rechaza y deja escapar lo que debería conservarse, y es, principalmente, la causa de que la Humanidad no progrese.

Goethe

ENTRE LAS BANDERAS

Hindenburg se convirtió en monarca. Cuando Cromwell, de labrador de humilde estirpe se elevó a caudillo de gran empuje y a lord protector, se rodeó de ambiente monárquico y hubo un momento en que no estuvo muy lejos de ceñirse la corona que le ofrecían. Siempre había sido un lealísimo servidor de su Rey en los largos años de lucha y, sin embargo, después de haber vencido totalmente, lo abandonó, si bien es cierto que esto no fue sino tras rudas conmociones del alma, y lo hizo decapitar. Después, cuando, ya envejecido, recorría el Palacio Real, sentía zumbar a su alrededor el entusiasmo de su grandioso pasado.

Aunque la vida de Hindenburg abarcaba un campo mucho más reducido, el que ocupase el puesto del Emperador fue mucho más paradójico, porque nunca había abandonado y, menos aún, juzgado al monarca. Cuando Hindenburg ocupó el lugar del Emperador, vivía éste a pocos kilómetros de distancia de la frontera, siempre con la esperanza de volver. Por entonces era diez años más joven que su Mariscal y tenía una docena de antepasados más célebres que él, pero nada de esto fue bastante para que el viejo General se pusiera visiblemente de centinela, ante su Real Palacio y, desde la puerta del mismo, mantenerle libre el paso para su regreso a la patria. En vez de eso, sedejó caer pesada pero cómodamente en un gran sillón que, si bien no estaba en el Palacio Real, estaba a pocos minutos del mismo, en medio de la capital. Y así, tras una corta pausa, se hizo cargo del Gobierno en la misma forma en que su Rey debió haber continuado formándolo durante las últimas semanas. La única diferencia que había entre Hindenburg y Cromwell era el título.

Para monarca, llevó consigo todo cuanto impone respeto al pueblo. Como noble y como militar, poseía las condiciones más apreciadas en Alemania. A esto había que añadir los tres elementos en los cuales tenía sus raíces la leyenda: su estatura gigantesca, su edad y su silencio. Donde estaba, era el más alto, inapreciable símbolo para un hombre que, en categoría, estaba por encima de los demás. Que obraba por su talento y su experiencia, parecían demostrarlo al pueblo sus canas y sus pocas palabras. La leyenda databa sólo de años, pero el acelerado ritmo de la época hacía parecer que ya tenía un siglo. Como Hindenburg tenía diez años más de edad, y como un octogenario inspira siempre veneración, y como, en su lucha con la muerte, había quedado vencedor durante tantos años, le guardaban todos el necesario respeto.

Tampoco tenía ya el alegre humor de la época de sus primeras guerras. Igualmente le faltaban los diarios concurrentes al Casino, las actitudes de Blücher y los rasgos de ingenio a que daba lugar la variable situación exterior.



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